Las vueltas de la vida me trajeron hasta Florencia... Una ciudad encantadora pero no tenía razón alguna para permanecer en ese lugar o en cualquier otro al que pudiese acudir, era la heredera de la fortuna de mis padres, una chiquilla caprichosa que se mantuvo con vida el tiempo suficiente para darse cuenta de que no existe algo por lo que continuar con vida.
Lo que mas deseaba en ese momento era desaparecer la culpa que carcomía mi existencia, desvanecer por completo ese trágico recuerdo, el rostro de mi madre al verme estrangulándola por la desesperación y la desilusión que me provoco el ver el asesinato de mi padre, toda mi mente era un desbarajuste; salir de la realidad no me sería fácil esta vez.
Las noches pasaban y las pesadillas incrementaban hasta no permitirme dormir, la mirada ya no poseía el brillo que me caracterizaba y hasta mi palidez era anormal, solo deseaba morir, reunirme en el inframundo con mi madre y suplicarle perdón "¡Pero que disparates estoy diciendo!" Mi madre era un demonio, no estaba segura de que comprendiera el perdón como debiera ser, sin embargo albergaba una pequeña esperanza...
Los remolinos de mi punzante cabeza me hicieron caminar sin darme cuenta y otra vez me encontraba perdida pero ahora con una súbita diferencia, no deseaba volver a ningún lugar, me acurruque en la chaqueta negra y me senté sobre una banca de la plaza a la que había llegado, suspire observando el cielo nocturno de la ciudad encontrándome con la luna creciente...
- ¡Eres hermosa! Desearía poder... Un motivo, una razón... ¿Para que vivir? - Con una voz melodiosa pero llena de tristeza me dirigí a la pálida luna, quizá solo para desahogarme.