Una noche oscura

-Era un crío, es normal que sonriera por cada cosa que veía.-Dijo con un bufido.-Mi sonrisa no es bonita, no es especial. No tiene nada de interesante, sólo es una muestra que indica que eres feliz o que algo te gusta. Si no es así no tengo por qué sonreír, eso es todo.-Añadió dándole la espalda para mirar el horizonte.

Recordaba el momento al que se refería Alexander, cuando su padre aún tenía que encargarse de él, vestirle, llevarle al colegio...entonces aún podía considerarse feliz. Pero cuando tuvo que irse para buscar su propia felicidad...entonces Johann no dijo nada para no decepcionarle como hijo, pero se sentía dolido.

-Prefiero no sonreír a mostrar una sonrisa falsa y sin sentimiento.-Comentó para terminar.

Johann entornó los ojos, enfadado, y apretó los puños con fuerza. Ese maldito ángel embustero le había abandonado cuando dijo que se quedaría junto a él, ni siquiera había tardado cinco minutos en largarse, y lo peor, le había dejado con la palabra en la boca y en un lugar del cual no podía salir.

Le pegó una patada al suelo, lanzando lejos una piedrecita cercana y le gritó al cielo lo que pensaba.

-¡Sí todos los ángeles son tan mentirosos como tú no quiero tener ninguno!-Exclamó cerrando los ojos con fuerza.-¡Habías dicho que te quedarías, maldito mentiroso!-Añadió algo más alto, dejando que su enfado se transformase en tristeza.

Apretó los dientes y miró el mar por el borde de la torre, intentando calcular si el daño sería irreparable si se tiraba desde allí.

-Está bien, vete. No es la primera vez que tengo que estar sólo. Puedo con ello.-Dijo por lo bajo, más para convencerse a sí mismo que para hacérselo saber a Alexander.

¿Cómo había podido dejarle así un ángel protector? El que se suponía que debía estar a su lado y hacerle sonreír, el que le había cuidado durante su infancia. Johann sacudió la cabeza, negándose a aceptar que no quería volver a estar sólo, pero suponía que no tenía más opción.

Johann se giró hacia el ángel automáticamente cuando oyó las campanillas, mirándole con enfado. ¿Volvía por pena, por arrepentimiento o porque algún ser superior a él se lo ordenaba? Fuese cual fuese la razón, Johann le dio la espalda y siguió en su tarea de buscar una salida.

-No me hacen ninguna gracia estas pruebas, aunque te las mande mi madre.-Dijo siendo todo lo sincero que pudo.

Quería muchísimo a su madre, pero no le gustaban las pruebas que intentaban hacerle demostrar ciertos trazos de su carácter que Johann prefería mantener ocultos.

-¿No volverás a irte?-Preguntó girándose ligeramente para mirarle de reojo.

Necesitaba asegurarse de que Alexander se quedaría a su lado y así no llevarse una desilusión cuando él desapareciese de su vida de un momento a otro, si pensaba hacerlo.

Johann se quedó quieto mientras era abrazado, una de las pocas veces, quizás la primera, que le permitía a alguien fuera del entorno familiar que le abrazase. Sin embargo no duró mucho, removiéndose entre los brazos de Alexander para soltarse.

Que hubiese dejado que le abrazase no quería decir que estuviese cómodo con ello, sobre porque porque con su desarrollado olfato podía notar su aroma, y aunque no era para nada desagradable, le hacía sentir extraño.

-Está bien, pero creo que prefiero irme de aquí, si no te importa.-Dijo asomándose por el borde de la torre.-¿Entonces se supone que a partir de ahora vendrás cuando te necesite?-Preguntó girándose muy lentamente para mirarle.