Johann le escuchó con atención, aunque prefería no mirarle. Observaba la flor como si le cautivase en extremo, pero en realidad lo que le atraía era su dulce perfume. Alzó la vista al cielo con los ojos llenos de dolor y soltó un largo suspiro.
-Está bien, no importa. Deja de disculparte.-Pidió negando con la cabeza.
En algún momento debía olvidar lo ocurrido y admitir que Alexander no tenía la culpa de nada, pero aún sentía el orgullo roto. Caminó a paso lento hasta una roca cercana y se sentó sobre ella, mirando al chico fijamente, a la espera de que se fuera.